domingo, 5 de junio de 2016



Tener que escribir mil palabras puede suponer un placer para unos, pero, para otros, tal vez un verdadero esfuerzo. Quizás a algunos les cueste encontrar las cincuenta primeras palabras, pero luego brotan y brotan hasta superar el millar; otros, con quinientas palabras, explican lo mismo que contenían ese millar... Muchos otros caen en el tedio, en el estancamiento producido por algo que para muchos otros es liberador, relajante y apasionante.

Escribir. Unos hablan de «don», otros de «sensibilidad», de «práctica», de «habilidad»... Pueda ser: cada uno elige su profesión y su camino guiándose, principalmente, por la motivación y la satisfacción. Así elegí la mía.

Pero yo no soy escritora; colaboro con escritores: les leo y leo sus más de mil palabras.  Leo los diferentes matices de sus palabras, de sus mundos, de sus personajes, de sus sentimientos..., aportando mi visión como profesional a su cometido de publicar un libro, su libro.

A lo largo de los años, las palabras han hecho que se cruzaran por mi camino proyectos muy dispares, de personas muy distintas; fascinantes, unos; increíbles, las otras. Palabras escritas, historias contadas, personajes descritos, que solo necesitaban una última capa de barniz...

En este blog quisiera compartir el resultado de esas colaboraciones que, aunque empezaron siendo profesionales, culminaron en haces de luz que pude descubrir antes de que se pusieran en órbita.



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